Kepa Arrizabalaga, el joven meta de Ondarroa, ponía el morbo en el Santiago Bernabéu. Hacía falta verle en un escenario grande, frente al Real Madrid, el equipo que pudo ficharle en el pasado mercado de invierno, pero que se arrepintió en el último momento. Resultó determinante la conferencia de prensa de Zidane en la que aseguró que no necesitaba otro portero.

El jugador, entonces convaleciente, comprendió que no tenía la bendición del francés y que podía peligrar seriamente su presencia en el próximo Mundial de Rusia, si no tenía continuidad. Decidió renovar hasta 2025 por el Athletic y cerrar el culebrón, convirtiéndose en el jugador mejor pagado de la plantilla del equipo vizcaíno.

Su actuación fue sencillamente sobresaliente. Paradas de todos los colores y sabores. Por arriba, por abajo, a media altura, demostró todas las cualidades que le han convertido en el portero con más futuro del fútbol español. Se pudo ver su gran colocación en los muchos remates de cabeza que recibió en jugadas a balón parado; su sobriedad, la tranquilidad que transmite a sus compañeros, blocando balones al más puro estilo Oblak.

Le sacó una mano milagrosa  a Marco Asensio en la jugada de la noche y demostró todo lo bueno que se decía de él. Se quedó a sólo cuatro minutos de permitir al Athletic cerrar sus dos partidos contra el Real Madrid en esta Liga sin recibir goles.

En la portería de enfrente, Keylor Navas, bajo sospecha siempre, recrudecida por su fallo ante la Juventus, no pudo hacer nada en el buen gol de Iñaki Williams.  Desde su llegada al Real Madrid, siempre se le ha buscado sustitutos en todos los mercados. Tiene predicamento entre sus compañeros, especialmente con el capitán Sergio Ramos.

La exhibición fue total. En la grada de Chamartín había quién lamentaba el error de no haber contratado al que ya es un porterazo y al que será, sin duda, el futuro portero de la Selección española.